Manolito aprovechaba cualquier momento libre para dedicarse en cuerpo y alma a su pasión: nadar.
Nadaba en el mar, nadaba en el lago, nadaba en el río... Y sobretodo, le gustaba nadar en las piscinas municipales.
Manolito vivía en un piso de 30 metros cuadrados en el que había conseguido instalar una piscina prefabricada para poder relajarse con su hobby al llegar a casa. Su mujer le dejó hace tiempo, justo cuando Manolito le cambió el salón por un polideportivo. Dicen los vecinos que huyó con un ex buzo converso, de nombre Juanito Calamar, cuya gran aversión al agua le había llevado a acumular unos bichitos, de los que no sabemos el nombre, entre los dedos de los pies.
Su gran afición por las piscinas municipales le había llevado a mantener un catálogo con la relación de todas las que había visitado. En realidad, toda su vida giraba entorno a estos recintos: Organizaba sus viajes teniendo en cuenta las nuevas aperturas para fijar sus itinerarios, conservaba miles de botecitos con muestras de agua de todas las piscinas en las que había estado, tenía la pared inundada de fotos en las que aparecía sonriente junto a los socorristas, escribía artículos en revistas especializadas (Mundo Crol, Cloro-rin Cloro-rado, Espaldas Mojadas…. ),….
Aquejado de un principio de agorafobia, utilizaba su red de contactos para informarse de cual era el mejor momento para ir a nadar, pues no soportaba hacerlo en piscinas abarrotadas de bañistas. Siempre que podía, intentaba ir antes de que se llenaran de gente
Hace dos semanas, tras llamar a la piscina municipal de Vicálvaro para preguntar a qué hora se llenaba, se personó en las instalaciones a las 3 de la tarde, se dirigió corriendo al trampolín y saltó.
El brutal impacto contra el fondo de la piscina vacía acabó con la vida de Manolito en un segundo.
La recepcionista del club de Vicálvaro, todavía consternada por el suceso, no ha parado de repetir una y otra vez...
-Yo le dije que la piscina se llenaba a las 5. Yo le dije que la piscina se llenaba a las 5. Yo le dije.....